“La nueva realidad del aprendizaje virtual era casi imposible de lidiar para los hermanos, Fanny & Samuel, y sus abuelos. Ellos son iletrados, no tienen un trabajo estable y no sabían qué hacer para ayudar a sus nietos en su educación hasta que el programa de la iglesia intervino y proveyó la ayuda que necesitaban.”

Son las 6:30 am en lo zona desértica del norte peruano. El sol brillante y caluroso a esta hora del día podrían despertar a cualquiera, pero Fanny de 7 años y Samuel de 9 siguen medio dormidos en su habitación. Su abuelita Magdalena ya está limpiando la casa. Ella los escucha estirarse y bostezar calladamente en sus camas.

 

Su hermana mayor de 12 años, Tatiana, ayuda a su abuelita a preparar el desayuno y a barrer el piso. Ellas ya fueron a traer a su burrito al frente de la casa para ir pronto a la chacra. Era finalmente hora que Fanny y Samuel se levanten.

 

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“No me gusta dejar a mis nietos solos en la casa. Son muy apegados a mí. Cuando vienen conmigo, me ayudan a vigilar al burrito y recoger hierbas, maíz, camotes y frijoles. Hacemos durar la comida lo más que podemos,” dice Magdalena.

 

La madre de estos hermanitos murió después de dar a luz a Fanny y su padre empezó una nueva familia. Magdalena y su esposo Francisco se convirtieron en sus cuidadores principales. Francisco tuvo un derrame cerebral no hace mucho tiempo, y Magdalena no está rejuveneciendo. Sus vidas no son nada menos que desafiantes.

 

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Ya luchando para que el dinero alcance y en una situación vulnerable, lo último en la mente de Magdalena era la educación de sus nietos. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar cuando el personal del programa de la iglesia, en donde Fanny y Samuel fueron registrados, intervino y les tendió una mano.

 

“Dijeron que me iban a ayudar con mis nietos, que iban a tener su padrino. Ya pasaron casi tres años, y estoy muy agradecida,” dice Magdalena, sonriendo.

 

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Cuando la pandemia golpeó la comunidad, el programa se movilizó de inmediato, asegurándose que cada niño tenga una canasta de víveres y kits de higiene. Sin embargo, hacer que los niños se mantengan comprometidos con sus estudios se convirtió en el desafío más grande.

 

“En nuestra comunidad, sólo uno o dos de diez niños pueden avanzar en sus estudios después de la secundaria. No hay una visión para la educación. Es una mentalidad con la cual luchamos todo el tiempo, y es un desafío,” dice la directora del programa, Betsabe.

 

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“La participación e intereses de la mayoría de los padres con respecto a la educación de sus hijos es casi nula. Hay falta de motivación. Es triste decirlo, pero es parte de la cultura. Ahora, la nueva realidad virtual hace que las cosas sean más difíciles para todos.”

 

La abuelita de Fanny y Samuel se sentía impotente en medio de estos nuevos retos. “No sabía qué hacer. No tenemos celulares en casa. Mi esposo realmente no puede hacer mucho, y tampoco sabemos leer,” dice.

 

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Los esfuerzos combinados del personal del programa y los voluntarios de la iglesia empezaron a traer luz al final del túnel y esperanza para un futuro mejor en las vidas de los 354 niños que ellos sirven incansablemente, incluyendo a Fanny y a Samuel.

 

Se estableció un horario para que los niños tomen turnos, vengan a la iglesia y usen el WiFi para conectarse a sus clases virtuales. Tablets y celulares fueron provistas para las familias que no podían conseguir uno. Los tutores abnegados estaban junto a ellos y hasta iban a sus casas para hacerles seguimiento con sus tareas, orar con ellos y darles una lección de la Biblia.

 

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El estar en este ambiente y oír cosas que quizás al principio eran foráneas para Fanny y Samuel los ayudó a tener una visión de lo que podría ser de sus vidas en el futuro si siguen esforzándose. “Mis nietos ahora dicen que ya no quieren estar sólo en la chacra. Hablan sobre ser doctores, contadores y muchas otras cosas. Me doy cuenta que la educación es importante para progresar en la vida. Están aprendiendo eso en el programa,” dice Magdalena, sonriendo.

 

Contra todo pronóstico, los hermanitos gozosos asumieron el reto y pasaron su año escolar. Fueron felicitados por su arduo trabajo y están emocionados de seguir aprendiendo.

 

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“Estamos agradecidos con nuestra tutora Hilda quien siempre nos ayuda con nuestras tareas. Es buena. También aprendemos sobre Dios en el programa, y nos gusta estar ahí. Nos dieron útiles nuevos para este año escolar. ¡Estamos muy felices!” dice Samuel.

 

“Me gustaría ser doctora cuando sea grande. Me gusta aprender cosas nuevas. Me gusta colorear, saltar, correr y jugar a las escondidas con mis amigos y mi hermano. Le doy gracias a mi padrino por toda esta ayuda. ¡Estamos muy felices!” dice Fanny.

 

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La gratitud de Magdalena es sentida. “Cuando escucho a mis nietos, me pone contenta y estoy agradecida. No quiero que se estanquen como yo. Tienen que seguir aprendiendo y desarrollándose. Son inteligentes. A veces no tengo suficiente, y soy anciana, pero oro a Dios para que me de más años de vida para ver a mis nietos bien en el futuro,” dice.

 

A pesar que Tatiana no está oficialmente en el programa, ella también recibe la ayuda y los cuidados de la iglesia. “Mi nieta mayor también ha recibido útiles y una mochila. No podríamos comprar todo esto a la vez. También le dejen usar el internet. Es una gran ayuda para nosotros. Siempre los mando a la iglesia. Son buenas personas. Les doy las gracias y también a los padrinos por ayudarme a velar por mis nietos,” dice Magdalena, sonriendo.

 

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El programa de la iglesia está siendo reconocido en la comunidad por el trabajo excepcional hecho a favor de los niños y sus familias. Los vecinos preguntan constantemente si hay más cupos para nuevos niños. Se han formado alianzas con las autoridades locales para diferentes eventos en la comunidad, y el local que tienen ha sido considerado como un refugio en caso de inundaciones.

 

“Todo es para la gloria de Dios. Creemos que podemos cambiar los destinos de estos niños a través de la educación. Sabemos que tienen metas, sueños y el potencial para cambiar la historia de sus familias. Le damos gracias a nuestros donantes y patrocinadores. No podríamos hacerlo sin ellos,” dice la directora del programa, Betsabe.

 

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“Lo que no podíamos hacer antes, ahora lo podemos hacer. Es un sueño el poder ver por las necesidades de 354 niños. Es un esfuerzo de equipo. Nuestros niños necesitan crecer espiritualmente, sin lugar a duda, pero también necesitan tener oportunidades para salir de las situaciones en las que están. Le damos gracias a Compassion por ayudarnos a estar más equipados para esta tarea,” dice el pastor Jorge.

 

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  “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa,.”

Hebreos 4:12